Sunday, February 24, 2008

LO QUE LLAMAMOS HISTORIA ¿SERÁ HISTÓRICO????
Dos recursos de muy vieja data, como el periodismo y la historia, poseen un bien ganado prestigio por su fundamentación original: informar uno y dar a conocer el pasado la otra. Pero las razones económicas tiñen hoy cualquier recurso y aseguran su continuidad en una era en la que la tecnología de punta viaja en las mochilas de los estudiantes... Así es como recurren a una forma interesante para encontrar temas con buen rating. No es precisamente muy nueva, pero sí redituable. Tanto, que en Buenos Aires ya hemos visto más de un programa de televisión sobre la recreación de la historia en los cuales, por supuesto, nada de lo que se creía que había ocurrido atrás en el tiempo era tan cierto...

Como ustedes ya saben, San Martín estaba muy enfermo, a Mariano Moreno lo asesinaron, Rosas era buenísimo y Sarmiento malísimo, a Kennedy lo mató una conspiración con Johnson al frente y toda la CIA detrás, Hitler no se suicidó... y parece que se fue a vivir a Sudamérica (¿Argentina?) En fin, lo que sostenemos más arriba: pareciera ser que nada fue ni como lo vivimos ni como nos lo contaron.

Esto que en un principio se llamó "revisionismo histórico", es tan acelerado que ya podríamos llamarlo "revisionismo histérico".

Ahora parece que Neil Armstrong, que consolidó su fama total por ser -nada más y nada menos- que el primer hombre que pisó la luna, no sólo no lo hizo sino que lo simuló.

Independientemente que la afirmación sea o no cierta, el hecho implica algo grave. Si es cierto, es no sólo el engaño más grande de la historia (con 500 millones de testigos que creemos haberlo presenciado) sino el mejor, más perfecto y más efectivo.

Pero para explicarlo , vayamos por partes.

Mundo perro

En la tierra siempre hubo enfrentamientos, y grandes y demoledoras guerras. Dos de las más rapaces se coronaron en la primera mitad del siglo veinte: la primera y segunda "guerras mundiales", muestras de la necedad, idiotez y posibilidad de manipulación de los poderosos de la tierra. Y también del poder científico y tecnológico con que contaron a su favor: nuevas máquinas de destrucción cada vez más poderosas diezmaron la humanidad hasta llegar a la bomba atómica: un chiche que, en manos de los guerreros fue el aquelarre que permitió al menos concluir una serie que parecía interminable de muertes y destrozos.

Después de tanta estupidez, la tierra quedó definitivamente dividida en dos bloques con apariencia irreconciliable: el del "mundo libre" y el de los países "detrás de la cortina de hierro". Esto, de alguna manera traducido, significaba: el mundo capitalista, con fuerte influencia de economía liberal, versus el mundo socialista, con un planteo altamente coercitivo y con economía planificada.

Es lo que se llamó "guerra fría". Es decir: no se enfrentaban directamente (salvo a través de guerras como la de Corea, o Vietnam), pero la tensión tenía una forma de control inestable.

Uno de los capítulos de ese enfrentamiento fue lo que se denominó la guerra espacial. En determinado momento, Estados Unidos y la Unión Soviética decidieron que la estrategia era "ganar el espacio", prepararse para conquistarlo y desde allí dominar. Hay que recordar que un principio así llevó a la gloria a Gran Bretaña en los siglos anteriores. Conquistar los lugares, las tierra, los espacios que son útiles desde un punto de vista guerrero. Se llamen Gibraltar o Islas del Atlántico Sur.

Y el nuevo frente de guerra se llamó Espacio. Se cumplía así lo que la novelística de ciencia ficción anunciaba más de una vez: la Guerra de los Mundos. Un frente que valorizaron por igual tanto los norteamericanos cuanto los soviéticos.

Durante la segunda guerra, todos los nuevos descubrimientos aportaban estímulo al frente de batalla, las empresas industriales dejaban de producir autos, motos o tractores para dedicarse a acrecentar el poderío guerrero con aviones militares o tanques de combate.

Ese frente se recalentó a principios de la década del cincuenta. Se habían vuelto a fabricar autos pero una nueva y enigmática central estatal crecía: la National Air and Space Administration (NASA). A la cual, además de interesarle investigar el espacio, dominarlo y apropiarse, le enloquecía hacerlo primero y antes que cualquier otro al cual se le ocurriera lo mismo.

Así que es fácil imaginarse lo que pasó el 4 de octubre de 1957, cuando la Unión Soviética, país archienemigo de los Estados Unidos, coloca en órbita el Sputnik 1, primer satélite de la historia.

Por si esto fuera poco, apenas un mes más tarde, los soviéticos superan su propio record, colocando otro satélite, tripulado por una perra.
¿Pueden imaginarse cómo pudo contrarrestar la gran nación del norte tal trompada a su narcisismo? ¡Pues colocando su propio satélite como pudiera. Y eso fue recién en enero del 58.

La carrera espacial ahora era un hecho. La prueba es que en septiembre del 59 el Lunik 2 llega a la luna, y el 3 saca la primera foto de la cara oscura. Fueron seis años de gran competencia, en los cuales en 1961 los rusos logran poner al primer hombre en el espacio: un viaje de un par de horas encarnado por un hijo de granjeros: Yuri Gagarin. Y en 1962 un vuelo aluniza (sin nadie) en representación de Usa y lo sigue otro ruso en el 65.

El día que pisamos la luna

Lo que en realidad estaba en juego era la aptitud del capitalismo para sobrevivir de la supuesta muerte decretada por el marxismo-leninismo o la capacidad del socialismo para crecer y avanzar ya que era anunciada como el paraíso futuro. En la tierra la pelea se daba en guerras fuera de sus territorios, Corea o Vietnam; pero ahora estaba planteada una competencia que determinaría al más poderoso, y se iba a dar en el espacio, un ámbito desconocido pero fascinante.

Después de aquellas experiencias con satélites y vuelos a la luna como "grandes pasos de la historia", ahora se debía dar el mayor: el del hombre en la luna.

Ambas potencias tenían sus propias perspectivas. Pero lo concreto es que hoy, cuarenta años después, sabemos que los rusos nunca pudieron superar a las misiones norteamericanas, Estados Unidos gastó excesiva cantidad de dinero y ya han muerto muchos en una carrera que no brindó tantos beneficios ni descubrimientos como se imaginaba

Lo cierto es que, luego de incontables marchas y contramarchas quedó definido un viaje lunar con tres tripulantes. Algo que a los contemporáneos les pareció la concreción de la promesa de que se estaba "ingresando en el futuro". Lo particularmente extraño era la noticia que se conectaba casi naturalmente: aquellos hombres que "alunizaban" irían a transmitir por televisión en directo desde la luna todo lo que vivieran.

Para situarnos en aquel tiempo, debemos preguntarnos ¿cómo era la realidad de la transmisión de televisión por entonces? Había satélites desde hacía más de diez años, con lo cual las comunicaciones se habían perfeccionado. Hay que tener en cuenta que, antes de los satélites, las transmisiones eran muy problemáticas: cables submarinos para unir los continentes, ondas de radio muy volátiles y de corto aliento con retransmisoras, cables coaxiles. La existencia de satélites había facilitado las emisiones, a través enormes antenas retransmisoras en grandes centrales (en Argentina, en 1969 se acababa de inaugurar la de Balcarce, que era un gran paso en el terreno de la recepción y transmisión de sonido e imagen a larga distancia. Estaba en manos de administración estatal.

La televisión en Argentina atravesaba su plena adolescencia: tenía 17 años, aunque hacía apenas nueve años que se introdujeran los canales privados para competir, y ya se había incorporado el videotape, un recurso que permitía grabar con anticipación programas sin necesidad de hacer todo "en vivo". En el mundo ya existía la televisión color, pero en Argentina faltaba mucho para dejar de "amortizar" los equipos existentes, por lo tanto toda la televisión era en blanco y negro y el cambio de equipos era un lento proceso. Ni hablar de los televisores, enormes catafalcos a lámparas que recalentaban y llevaban a descomponer dos por tres a los receptores.

Es decir: la propuesta de televisar desde la luna no era imposible. Retransmitirla al mundo tampoco. Para todos los que vivieron aquel día trascendente, no cabía dudas: vieron descender al primer hombre en la luna, más apoyado en el relato gritón de los locutores animosos de la época que en las certezas de lo que creían poder estar viendo. Pero lo que se vio se vio y aquello ha quedado bien documentado para la historia. Y hasta tal punto, que hoy se usa ese documento para negar que fue hecho.

Operación Luna

Los rumores acerca de la legitimidad o no de aquella transmisión surgieron en aquel mismo momento. Se suponía que existía un escenario ficticio preparado para la ocasión, pero la conmoción de aquel día impidió que los rumores tuvieran mayor credulidad. Pero, pasado el tiempo, los revisionistas volvieron a la carga y en el 2001 fue el canal Fox (un canal no sólo insospechado de antinorteamericanismo, sino más bien lo contrario: un medio ultraconservador) quien propaló una producción de investigación que abre interrogantes poderosos: aquella transmisión fue una gran mentira.

Dado que durante quinientos años se creyó que Colón había descubierto América, parece que cuarenta años para creer falsamente que el hombre vio pisar la luna son pocos. Las hipótesis se van extendiendo, pero vamos a sintetizarlas en cuatro posibilidades:

Aquel 21 de julio de 1969 los astronautas no bajaron en la luna, pero dado que estaban todas las miradas puestas en la cuestión, Estados Unidos debió montar una escena hollywoodense para no quedar en ridículo (es lo que hace sospechar el documental de Fox).
Sí bajaron en la luna, pero desde aquí se reprodujo en un escenario que se televisaba al mundo (rumor echado a correr desde el mismo momento del alunizaje).
Bajaron, lo televisaron y lo vimos (es lo que siempre creímos)
Hubo un mix de escenas muy poco legibles que llegaban en directo, mejoradas por las tomas hechas en un escenario.

¿Somos tan tontos?

Hace ya 38 años de aquellos acontecimientos: es decir que todos los que superan la barrera de los cincuenta han presenciado los hechos aquí relatados. Es importante preguntarles qué recuerdan. Se van a sorprender la riqueza de los recuerdos, lo imborrable de un hecho que conmocionó a todos los habitantes del planeta.

La carrera espacial fue descarnada, incluía no sólo hechos que demostraban minuto a minuto quién era superior en qué, sino que había tareas de inteligencia y contrainteligencia, intrigas, rumores y enfrentamientos. Los norteamericanos se encargaron de difundir al mundo que los soviéticos recién informaban sobre una misión al final de la misma porque no iban a admitir los fracasos. Aseguraron que Gagarin no había sido el primero en el espacio, ya que Sergei Yliushin (hijo del diseñador de aviones) lo había hecho un tiempo antes pero que al volver se había accidentado y sufría heridas y shock. Es decir: si los americanos hicieron algo tan grosero como truchar la llegada a la luna, ¿no hubiera sido puesto en evidencia por los soviéticos?

Los defensores de la posición que asegura lo real del descenso, dan como testimonio la cantidad del material de la luna que se trajo y que hoy continúa exhibéndose por todo el mundo, las cientos de fotos, films y testimonios de todo tipo que inundaron los medios en los 36 años siguientes al primer alunizaje.

Es posible que aquella primera vez no fuera tan legítima, tan en directo. Pero si realmente fue una ficción armada que ninguno de los quinientos millones de espectadores notó, nos queda el derecho a pensar qué fue legítimo de todo lo que nos tocó presenciar desde que se inventaron los medios electrónicos. Hoy los "hoaxes", esos emails patéticos que nos invitan a hacer algo por alguien que sufre, nos invaden diariamente tratando de inmiscuirnos en falsedades a costa de nuestro dinero o dirección de email.

Somos una generación marcada por lo que vemos: guerra sin sangre, terrorismo despiadado en directo, aviones que chocan contra torres, dramatismo tomado con las millones de cámaras que viajan en bolsillos o carteras. Pero: ¿será cierto lo que vemos? ¿serán reales las conclusiones a las que se arriba a partir de los hechos que se nos muestran? ¿O aquel simulado alunizaje no fue sino el comienzo de una realidad maquillada como le conviene al poder?