Wednesday, May 17, 2006

AÑOS DE HUMOR ROIG
Ahora Jorge Porcel ha muerto, acaban de pasar la noticia. Fue un comediante de raza, al estilo de los grandes que tuvo la escena argentina, y compañero del tal vez humorista mayor: Alberto Olmedo.
Mi primer contacto con Jorge Porcel fue a través de la radio. Era cuando yo ignoraba que era tan gordo, y me daba rabia que intentara suplantar la voz de Carlos Balá. Siempre pasaba eso con los programas de radio: cuando se iba la figura al que uno tenía acostumbrado el oído, trataban de reemplazarlo por alguien cuya voz se pareciera en algo. El reemplazante de Balá era Porcel y estoy hablando de “La Revista Dislocada”, allá a finales de la década de los cincuenta.
Aquel programa, que iba los domingos al mediodía por Radio Splendid (una de las tres grandes cadenas nacionales comerciales, junto con Belgrano y El Mundo) era una producción humorística muy popular, que tomaba la tradición de los programas radiales con chistes y sketches encadenados durante una hora. De allí surgieron y se independizaron “los tres”: Balá, Marchesini y Locatti, y con el tiempo muchos otros más. Porcel, precisamente, había sido uno de ellos.
Por primera vez en mi vida uní aquella voz de Porcel -a la que ya para entonces me había acostumbrado- con su figura desmesurada en el Cine Teatro Español de Mercedes. Es que aquel programa de radio acrecentaba su fama recorriendo los teatros del país para realizar la ceremonia con el público: unir cada voz con la real figura.
Por supuesto no sería la última vez: Porcel fue una estrella reiterativa del teatro, el cine, la radio y –sobre todo- la televisión.
Con Paco y Hermes, mis dos mejores amigos allá por los setenta habíamos conjugado una afición: escribir humor en equipo. Era una época exitosa para el humor: en la calle brillaba la Satiricón de Botta, Clarín había optado por bajar de su última hoja las historietas de los sindicatos americanos para incluir a humoristas argentinos. Era un periodo dorado para los Sofovich, los humoristas uruguayos de Telecataplum, Tato Bores y sus eternos domingos a la noche, Landrú y su sátira a la sociedad vacía de la noche “in”, Geno Díaz... Nos gustaba tanto que nos podíamos sentir capaces de hacer cosas aún mejores que las que conocíamos.
Así que un día nos encerramos y empezamos a trabajar, primero solos, cada uno en sus casas o en su trabajo. Por entonces yo tenía un trabajo administrativo muy sencillo en una empresa privada. Recibía documentación que tenía que cotejar y clasificar, minuto a minuto. La contabilizaba y “la pasaba para procesar”. Eso me permitía cierta relativa capacidad de manejo para escribir en los tiempos muertos. Controlaba un documento y lo clasificaba, hasta el próximo solía tener dos o tres minutos que me servían para redactar mis ocurrencias.
Dos o tres días después nos reuníamos en la casa de alguno de nosotros y el material que congregábamos se unía en un trabajo de equipo muy fértil.
Aun así, había cientos de redacciones individuales que se sumaban.
Nos unía un fenómeno particular: los tres éramos recién casados, lo cual traía aparejado que tarde o temprano aquellas tres mujeres aparecieron casi fundidas con el equipo, haciendo aportes y participando.
Cuando se logró juntar buena cantidad de material definimos que “ya era hora de mostrar aquello” y ofrecerlo en el mercado, que inevitablemente debía ser o prensa o radio. Sabíamos que lo más sencillo era lo escrito, y que en la medida que fuéramos arriesgando la complicación crecía: la radio era mucho compromiso y la televisión era como una hoguera en la cual uno podía quemar y quemarse.
Conocíamos la fama de Antonio Carrizo como “padrino” de los jóvenes que querían darse a conocer. Por entonces tenía uno de los programas más prestigiosos en una de las únicas radios privadas , Rivadavia, que era la de mayor audiencia. El programa “La Vida y el Canto” era un típico formato “magazine”, que había impuesto desde años antes un programa de Belgrano que se llamaba “La gallina verde”: el traslado de la miscelánea de una revista de actualidad a la radio, y transmitida diariamente.
Carrizo nos recibió en forma muy cálida. Nos ofreció leer al aire nuestros chistes. Así comenzó aquella semana y varias otras que siguieron. Pero él tenía sus libretistas, y terminó derivándonos a un productor en Radio El Mundo.
El Mundo había sido la gran radio de los 40 y 50. Tenía un edificio imponente en Maipú y Lavalle, el primero en el país que fue construido especialmente para emisora de radio, con varios estudios de alta tecnología y un auditorio para programas en vivo con público.
Lo habían construido en la década del 30 con un estilo Art Decó la familia Haynes, los mismos del Diario El Mundo y los de Mundo Infantil, Mundo Argentino y hasta Mundo Peronista. Hoy es la sede de Radio Nacional.
Las radios habían sido estatizadas en el pasado y en los 70 aquel edificio fue rearmado como “Radio Centro” cobijaba además a Radio Mitre, Antártida, Excelsior y alguna otra. Aquella superpoblación terminaría mal tiempo después con un incendio interno. ¡Aquel edificio maravilloso, inspirado en el de la BBC de Londres, estaba construido para seguir transmitiendo en medio de un terremoto (una inútil construcción antisísmica en un lugar sin antecedentes de estos fenómenos) pero mató a más de un profesional de la radio al declararse un incendio en los setenta.
Con la recomendación de Carrizo nos caímos en El Mundo. La emisora vivía por ese tiempo un proceso de renovación en manos del mismo director que le había cambiado el rostro a Radio Belgrano con su slogan “la radio”. Ahora había sido destinado a cambiar también El Mundo, al que le extrajeron la palabra “radio”. La estrategia era luchar contra Rivadavia, la de mayor audiencia, oponiéndola a su estilo vocinglero, deportivo y machista, con el look que diez años más tarde haría famosas a muchas FM: susurros, música especial, nada de gritos ni amarillismo. Este estilo era la tarjeta de presentación de otro “look” algo menos evidente pero necesario para los “dueños” de aquella emisora.
El cordobazo y el asesinato de Aramburu había pasado, y se llevó a Onganía. Los militares que quedaban estaban tratando de dar un giro de 180 grados al oscurantismo clerical del presidente anterior. Lanusse era presidente, e intentaba hacer modificaciones desde su supuesto liberalismo para que el gobierno actual pareciera más abierto. En el fondo, los militares tenían la fantasía de tener una oportunidad a través de las elecciones, parecidas a las del Perón del 45. Se había creado lo que se llamaba GAN “Gran Acuerdo Nacional”, y el gobierno creía politizarse al haber nombrando a un ministro del interior radical, Mor Roig. Y así habíamos decidido llamar a nuestros engendros humorísticos: HUMOR ROIG.
Conocimos al productor que nos había derivado Carrizo allí en aquel edificio de la calle Maipú. Leyó nuestros papeles y nos aseguró trabajo inmediato. Pensó que era un aporte interesantísimo para un programa que tenía Jorge Porcel con Daniel Guerrero todos los mediodías: requería mucha letra y pensaba sería bueno inyectarle una cuota de novedad para impedir se agotara. Aparentemente el libro era del mismo actor.
Jorge Porcel, como muchos obesos, era producto de una ansiedad y avidez enorme. Quería abarcar todo lo que podía (cantaba, actuaba, escribía, componía, era disc jockey... luego fue pastor protestante...) y acostarse con todas las mujeres que no lo rechazaran aunque su fama como padre, posteriormente, no haya tenido correspondencia en la misma avidez.
Y allí termina aquel primer paso de nuestras vidas como escritores: Porcel no sólo no aceptó nuestros libretos: los rechazó abiertamente y nos humilló.
- Dice Jorge que vuelvan por aquí “cuando aprendan a escribir” –nos respondió su productor.
Pero no sería la última de nuestras aventuras en la radio. No iríamos a caer sólo por el rechazo del gordo. Pero ese capítulo se los debo para algún post futuro.

1 Comments:

Blogger gitargirl said...

yo lei tu entrada y estoy completamente de acuerdo con Porcel: lo tuyo no es el humor.

para mi el gordo fue un grande escribiendo humor, actuando, bailando y cantando (es un referente de los medios masivos de comunicacion argentinos y de la cultura nacional y popular).

saludos cordiales!

pd: una duda: amartino te publicita desde su columna en clarin y desde su weblog personal. te cobro algo en concepto de promocion y publicidad o te menciono "de onda"?

desde ya muchas gracias!

11:40 AM  

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